Recuerdo como si fuera ayer la emoción que me embargaba el día del estreno de la película Heavy Metal en nuestro país. Durante meses, revistas como Comix International, Metal Hurlant y 1984 iban avanzando lo que sería la “primera película adulta” de animación de la historia (erróneo, ya lo sé, pero quedaba bien decirlo), con colaboraciones de Juan Giménez, Richard Corben (¡nada más y nada menos que Den!), Bernie Wrightson, Howard Chaykin, Mike Ploog, Angus McKye… ¡Un lujazo! La película se estrenó un miércoles en el cine Aula 7 de Valencia, una sala de “arte y ensayo”, desaparecida hoy. Y allí estaba yo, nada más salir de clase en la puerta, esperando para ver esa maravilla de la que nos había hablado.
Debo reconocer que mi primera impresión fue quedarme maravillado. “Soft landing” era el perfecto inicio de la película, atrayente, brutal, impactante. Lo necesario para enganchar al espectador pese a la absurda historia (“Grimaldi”) que hilaba los diferentes episodios. Recuerdo la decepción absoluta del episodio de “Den”, pero lo bien que me lo pasé con el hilarante “Captain Stern”, el surrealista “So Beatiful and So dangerous” y el épico “Taarna”.
Una película que tuve grabada a fuego y mitificada durante años, supongo que en parte por la imposibilidad de volver a verla hasta que la televisión la programó casi una década después. Al no haber salido en video por problemas legales, la grabación de esa emisión se convirtió para los comiqueros en una especie de objeto de adoración, hasta que por fin apareció ya la película, incluso en uan excelente edición en DVD (una de los primeros DVD que compré, por cierto). Vista hoy, la película adolece de todos los problemas que se le puedan poner a muchas de las historietas de aquella época: fundamentalmente unos guiones exageradamente simples, adolescentes en algunos casos, y la obvia pérdida de su capacidad transgesora. Sin embargo, es evidente que Heavy Metal abrió un camino sin retorno en la animación comercial, y se avanzó en años a estéticas e ideas que luego impregnarían el cine posterior (¿alguien ha dicho Luc Besson?). Y que – ¡qué narices!- sigue manteniendo ese encanto ingenuo del que sabe que está rompiendo normas.
Años después, Kevin Eastma, millonario gracias a sus tortuguitas y filántropo de todo tipo de iniciativas comiqueras, se decidió a hacer una segunda parte, a mayor gloria de su mujer. Heavy Metal 2000 o Heavy Metal F.A.K.K. 2, fue un despropósito sin pies ni cabeza en la que Simon Bisley se dedicaba a dibujar una Julie Strain con todavía más silicona que en la realidad. Un flaco favor para la memoria de la película original, pero que, eso sí, consiguió que Bisley y Eastman se hicieran íntimos, como bien recuerdan los asistentes al salón del cómic de Barcelona de hace unos años.
El caso es que el anuncio de una nueva entrega de Heavy Metal me emociona por un lado y me espanta por otro. Primero, porque el director elegido, David Fincher, no es precisamente santo de mi devoción (aunque debo reconocer que Zodiac me ha parecido muy, pero que muy estimable) y dos, porque con Eastman en la producción, puede pasar cualquier cosa. Si se decide a hacer el gamberro como con FAKK2, olvidémonos de la película. Pero si se decide a dejar la elección de historias y colaboradores artísticos sobre el director, a lo mejor hasta sale algo bueno. El tiempo dirá por dónde van los tiros. (por cierto, parece que Fincher también se apunta a los tebeos, porque hace poco se anunciaba que adaptaría la flojita Asesino, de Matz y Jacamon).